Agustin GOMEZ-ARCOS, Ana Non

May 24, 2021
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AGUSTIN GOMEZ ARCOS, ANA NON, Le Livre de Poche, 1977. [1]

Ninguna lápida sepulcral perpetúa estos cinco nombres: Ana Paücha, Pedro Paücha, José Paücha, Juan Paücha, Jesús Paücha, llamado "el pequeño". Ningún ojo los llora. Ninguna memoria los guarda. Son sólo los nombres de cinco santos sin iglesia. Antinombres. Sólo son no.

Gómez Arcos es un escritor español de lengua francesa. Nacido en una familia republicana, huye de la España de Franco y se refugia en Francia. Aprendió francés en el trabajo y eligió este idioma para escribir sus novelas que tuvieron un gran éxito entre los años 1978 y 1995.

La mayoría fueron objeto de múltiples reediciones en libros de bolsillo. Y, En Francia, figuró incluso en los programas de los liceos

Es paradójico que España haya tenido que esperar hasta el final de la época de la Transición para que se publique por fin su obra, que se inscribe claramente en el «deber de memoria» que se impuso después de la Transición y más especialmente cuando se comenzaron a abrir las fosas comunes.

Estas novelas, que se inscriben en el «deber de memoria», pueden dividirse en dos grupos: las novelas que abordan esta temática desde el ángulo del odio y las que la abordan desde el ángulo del amor. Ana Non es una de estas.

Ana Non es una historia de amor y muerte que se desarrolla en la época de la apoteosis del franquismo. Se narra al ritmo de la larga marcha de Ana Paücha, la viuda de un pescador andaluz. Concibió a tres niños. Es decir, una prisión y dos tumbas.» Fue para abrazar por última vez a su último hijo encarcelado desde hace treinta años en una cárcel al otro lado del país que decidió emprender esta aventura desmesurada

Para no perderse, va a seguir la vía de ferrocarril que sube hacia el norte. Seguirá pacientemente el expreso, envuelto por el humo que algunos trenes dejan detrás como una nube de luto que se añadirá al negro de su viudez.

Sabe que este viaje será sin retorno. Sin embargo, si dejó la llave bajo la losa, es para guardar la esperanza que le será necesaria. Esperanza, amor y muerte la acompañarán hasta el final del viaje.  

Sabe que la muerte no la querrá antes de su llegada.

Antes de irse sin avisar a nadie, limpió su casa y preparó un paquete: El paquete está listo, no es pesado. Sólo un pan de almendras aceitado, anidado y fuertemente dulce. Un pastel diría. Esta frase será un leit motiv recurrente hasta el final de la novela con algunas variantes según el paso de los días y las semanas: Y este paquete que lleva, pesado de humedad que contiene (siempre?) un pan a las almendras, aceitado, anidado, y fuertemente azucarado. Ya no se atreve a llamarlo pastel.

Durante su largo viaje, será sometida a controles policiales, se le preguntará si su perro está vacunado (Pero Ana no sabe lo que significa) Encontrará pequeños trabajos degradantes en la morgue de un hospital donde las monjas la reconfortan con un plato de sopa y le hablan de Lázaro. Su perro será sacrificado... por ahogamiento.

Estará un rato con un ciego autorizado a cantar canciones en la plaza pública, siempre que puedan ser escuchadas por todos los oídos. Terminará por ser arrestado por «agitación política en lugar público» y, por lo tanto, para ser considerado como un «peligro social».

Se apartará incluso de su camino para asistir, con todos los gastos pagados en el marco de la propaganda del Caudillo, a una de esas espectaculares manifestaciones de apoyo a Franco que tuvieron lugar en la Plaza de Oriente.

Y Ana continúa obstinadamente su camino. Habla sola y cuenta su vida. Finalmente, encuentra trabajo en un circo ambulante que va de gira por el norte. Cuanto más se hunde hacia el norte, el frío será más difícil de soportar. Y cuando finalmente encuentra la prisión, es para conocer la terrible noticia: « La dirección de la prisión le ha enviado una carta oficial para informarle de la triste noticia del pasado 4 de junio. Nos fue devuelta un mes más tarde con la mención: Se fue sin dejar dirección ».

Ana Non, a pesar de la miseria humana que pone en escena, es todo lo contrario de una novela descorazonada. Hay humor, evidentemente negro, y, en la descripción de escenas de apariencia banal, una virulenta crítica implícita de la sociedad bien pensante de la época: la caridad organizada de las asociaciones católicas femeninas y su maternalismo, la de las monjas que se limitan a ofrecer al «pobre» un plato de sopa y un pan crujiente; el respeto de la moralidad sólo permitiendo discursos o canciones que no hieran los oídos pero que autoriza la «eutanasia» de un animal por ahogamiento.

Y, la guinda del pastel, Ana Non está sostenida por una escritura notable, poética, a menudo lírica que hace pensar a veces en la del Romancero Gitano de Federico García Lorca.

Leer un fragmento

[En el marco de la fiesta de Nuestra Señora de las Siete Conquistas, Ana fue invitada a una cena de gala en el palacio del gobernador militar con motivo de la operación «ponga a un pobre en su mesa»]

Acompañada por la señora de la casa,  Ana Paücha,  baja del coche... Los pies de Ana no, envueltos en trapos, se hunden hasta los tobillos en la esponjosa alfombra roja peligrosa como arena movediza, teniendo más dificultad para avanzar sobre esta pradera escarlata que sobre las traviesas de la vía férrea. Ana Paücha tropieza. El Sr. Gobernador militar le hace el honor de ofrecerle su brazo (el mismo brazo que tenía, treinta años antes, el fusil del vencedor) Ana no sabe qué hacer con su paquete.

  La esposa del Sr. Gobernador militar da repentinamente órdenes, tarea para la cual sin duda nació. Toda la casa entra en efervescencia. Un cocinero de gorro blanco le pregunta amablemente a Ana Paücha si prefiere el salmón ahumado al caviar iraní o ¿un poco de cada uno?

[... ]

  Todo el mundo le presta mucha atención. Es su fiesta. Nunca habría imaginado que caería un día tan importante como el de la fiesta de Nuestra Señora de las Siete Conquistas.

  Ana Paücha responde que todo está bien, perfecto, que no quiere molestarlos, que un plato de sopa y un trozo de pan... ¡Herejía! La Señora esposa del Sr. gobernador militar sofoca, mil manos tienden hacia sus fosas nasales mil frascos de sal, su pequinés grita a la muerte.

El Sr. Gobernador militar, que firmó ayer cinco condenas a la pena capital, abraza tiernamente el hocico del animal. El perro vuelve a él. La dama también.

Pido disculpas por la traducción.

[1] Al no haber podido obtener laedición española y no ser traductor de formación, yo mismo hice lastraducciones. El lector español apreciará aún más la traducción de AdoraciónElvira Rodríguez.

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