Pepa Bueno

March 15, 2021
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Los vivos son los grandes desatendidos de los atentados ñosde la banda terrorista ETA, (Prólogo de M.Jabois).

 

Pepa Bueno (Saragosse, 1963), Vidasarrebatadas, Los huérfanos de ETA. Planeta, 2021. es un trabajo de periodista.


El 11 de diciembre de 1987, al amanecer, seis meses después del atentado del Hipercor de Barcelona, un coche- bomba cargado condoscientos kilos de amonal estalló a la entrada del cuartel de la Guardia civilde Zaragoza matando a 11 personas. Entre ellas estaban los padres y Silvia, lahermana menor de José Mari y Victor de trece y once años respectivamente queescaparon por poco a la muerte.

Estaba enmi cama, soñando que jugaba al billar americano con otro que no sé quién era. Me acuerdo perfectamente aquel sueño. Me tocaba a mí abrir las bolas cuando ledí a la blanca… Bum; Sentí una enorme sacudida. Abr los ojos y solo veía unanube de polvo […] había un olor muy intenso, muy penetrante, que entraba hastalos pulmones. Lugo supe que era el olor del amonial.

Aquel olor vaa pegarle para toda la vida.

Así empieza elrelato de Pepa Bueno.

 

Treinta años trasel atentado, Pepa Bueno quiso contar la vida de los dos hermanos a partir delas notas que escribió José Mari en el marco de su terapía y de los contactos que tuvo con ellos en la continuación.

La vida entera de José Mari y Víctor fue un largo estrés postraumático (pesadillas, pánicoa la oscuridad, resurgimiento del olor del amonal, sueños de venganza, depresiones, sentimiento de culpa por las bromas de mal gusto destinadas aasustar a los vecinos del cuartel...)

 

Aeso tuvieron que afrentar un resentimiento no de abandono sino de expulsión cuando sus abuelos los enviaron al Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil : “Yome resistía con todos los argumentos que se me ocurrían. Les decía quepor qué no podíamos quedarnos en el mismo colegio donde estábamos, donde daba clase Lismi, el primo de mi madre, donde nos habían matriculado a mitad decurso. Yo quería quedarme allí, en ese colegio no en otro, donde fuera pero enTalavera… El abuelo era nuestro tutor…y había decidido que fueramos al colegioese de Madrid” (p. 72), mezcla de acuartelamiento militar e internado religioso.(p. 77).

Elque vive peor esta situación es Víctor replegado sobre sí mismo “Pasaba latarde del sábado metido en el cuarto de baño, solo, en silencio, pasando lashoras” (p.80).

 

Ambosentraron en las filas la Guardia Civil lo que significa que hubieran tenido queser atendidos por ella hasta más allá de la jubilación.

Sinembargo, no ocurrió. Nunca entendieron porqué tuvieron que esperar años pararecibir un apoyo psicológico. Es lo que escribe también Lorenzo Silva en Sangre,sudor y paz, cuando comenta aquel atentado “Tras el atentado no huboapoyo de las autoridades ni a los heridos ni a las victimas” (Ed.Digital)

Y, cuando ETA se disuelve en 2018 resienten un resentimiento de amargura alconstatar que se preocupaba más de las familias de los etarras encarcelados, obligadas a largos desplazamientos para visitar a sus hijos : “Dicen que muchos deellos tienen que recorrer muchos kilómetros para llegar a verlos en lospenales. Yo les diría “Que suerte tienen”. Porque nosotros tenemos que desplazarnos muchos kilómetros para visitar la tumba de nuestros familiares asesinados. Nosotros, 1070 kilómetros exactamente” (p.190).

Vistoasí, desde el punto de vista de la víctimas, Vidas arrebatadas, Los huérfanos de ETA es un libro que, además deser conmovedor y duro, forma parte del deber de memoria.

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