Jon ARRETXE, Juegos de cloaca

February 8, 2021
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Jon ARRETXE, Juegos de cloaca, Erein, cosecha roja, 2015.

Para nuestro mayor placer, vuelve Touré, el primer detectivo negro de la novela criminal española.

Al final de Sombras de la nadalo pasaba fatal con el asesinato de su hija y de la desaparición de su bebe.

Cuando empieza Juegos de cloaca, “se ha convertido en un vagabundo, tiene toda la pinta de ir borracho o drogado, con los ojos inyectados en sangre, la mirada enajenada

El barrio de San Francisco ya no es el mismo con la llegada de la mafia nigeriana que aterroriza a sus habitantes.

Mientras cruza una procesión de Semana Santa reconoce a los asesinos de su hija, les persigue, mata a uno y acuchilla al otro. La policía lo detiene y después de un breve encarcelamiento, en vez de condenarlo lo expulsan del país.

Cuando desembarca del  avión  se entera de que no está en Burkina Faso sino en Mali.

Afortunadamente tiene contactos en Bamako e inmediatamente la solidaridad africana interviene. Se le ofrece el alojamiento y el cubierto mientrás que estáesperando una oportunidad para regresar a Burkina Faso. Con sus amigos y los amigos de los amigos lo pasa en grande durante los primeros días.

Pero era demasiado bonito para ser verdad. Muy pronto  las cosas se ponen muy feas : los nigerianos le han seguido la pista y empieza el suspense. ¿ Cómo lo consiguieron? ¿Habrá hablado demasiado ? Algún chivatazo en el círculo de sus relaciones ? ¿La policía ?… Desde luego tendrá que quedarse en Mali puesto que  regresar a su país sería poner en peligro a toda su familia.

En Bamako, la situación va empeorando. Lo persiguen, persiguen a sus amigos y la sangre empieza a correr conformre con la predicción de los cauris[2]. No sabe cómo salir del apuro. Incluso ya no se fíade sus amigos ni de los vecinos. Por lo tanto no sabe en donde esconderse.

Sin revelar las peripecias de Touré ni cómo logró escapar a los sicarios, diré que gracias a las trampas imaginadas en el contexto del ingenio africano consiguió volver a Bilbao transitando por Francia.

De regreso a la Pequeña África, vuelve a encontrar a sus amigos fieles pero también a los nigerianos determinados a no soltar prenda.

La novela se cierra con un doble desenlace, truculento y escalofriante el primero,  engañoso el último, cuando la policía finge hacer la vista gorda.

Ese desenlace aparenta más el anuncio de una continuación que un término.

Juegos de cloaca no defrauda las esperanzas del lector. Incluso hay páginas de antología como la persecución del nigeriano dentro de la procesión de los nazarenos , la huida  por el mercado de Bamako, ambas escenas también muy cinematográficas.

Se inscribe en la continuación de las tres novelas anteriores, 19 cámaras, 612 euros y Sombras de la nada. Está el controlador de las cámaras con un papel másrelevante, están los amigos de siempre, están las supersticiones,está el bar berebar,… hay alusiones reurrentes à los acontecimientos de Sombras de la nada.

Al igual que las tres primeras entregas –y de la mayoría de las demás novelas de Arretxe según me he enterado – además de ser una novela negra es una novela social.

Si Touré es un extranjero en España, también lo es en África en donde se enfrenta con otra realidad que, sin embargo, tiene algunas  similitudes  pero a la manera africana : la lucha y el ingenio para sobrevivir al lado de los advenedizos y sus cochazos, la corrupción[3], la desconfianza, la picaresca, la violencia,… y la solidaridad omnipresente a veces cargante y fastidiosa. De modo que nos enseña una parte de la cultura africana que no tiene nada que ver con la que se enseña a los turistas.

A ver cómo Touré va a arreglarse con el chantage al que está sometido. Hay que suponer que será uno de los argumentos de la próxima entregada.

[1] Subrayo yo

[2] Los cauríes son pequeñas conchas utilizadas por los adivinos para predecir el futuro.

[3] « Hoy en día la corrupción es inevitable en África. Para arreglar la situación haría falta muchos presidentes como el que tuvisteísvosotros en Burkina Faso, muchos Sankara » (pág. 132-133) Cfr. Antonio Lozano, El caso Sankara, p.10 de este blog.

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